Catalina II de Rusia gustó de los
jardines. Creó y amplió los de sus
residencias reales. La moda del jardín paisajístico llegó a Rusia y la zarina
la adoptó con entusiasmo incluso destruyendo algunos de los existentes. Las “fábricas”
poblaban los jardines y un cierto regusto de parque temático invadía el
ambiente de ruinas, pabellones chinescos y
monumentos conmemorativos.
Una cosa me ha llamado la atención al consultar un libro:
Catalina hizo construir al menos dos montañas rusas en sus jardines.
La primera se hallaba en Oranienbaum,
la primera residencia que ocupó Catalina después de su matrimonio. Era un castillo
construido por Menshikov, favorito de Pedro el Grande, más tarde caído en
desgracia y exiliado. Su patrimonio pasó entonces a la familia imperial.
Al primitivo parque Antonio Rinaldi añadió varios edificios de
recreo. En 1763 la futura emperatriz Catalina le encargó la construcción de una
montaña rusa. Pequeñas vagonetas en forma de trineo partían del segundo piso
del palacio deslizándose por una especie de tobogán hacia el parque. Una vez
terminado el recorrido, los viajeros descendían y los servidores conducían de
nuevo los vagones al punto de partida.
La segunda la hizo a construir en
Tsarkoie-Selo. Fue una de las primeras montañas rusas realizadas en Europa. Esta
no tuvo una vida demasiado larga ya que se hizo desmantelar después de que la emperatriz sufriera en ella
un peligroso accidente.
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