Otras veces
ya he recogido en este blog algunas fotos de los jardines que acompañan a los
museos. El Museo de hoy está enclavado entre las ruinas romanas de Salona una
ciudad cercana a la actual Split (Croacia). Una ciudad que sin duda fue
próspera por su situación geográfica y
de la que se tiene referencias ya en el siglo II a.C. llegando a ser capital de
la provincia de Dalmacia y que resistió
hasta las invasiones de los pueblos
bárbaros.
Foro,
teatro, anfiteatro, termas, basilica, complejo episcopal y barrios de
edificaciones civiles se fueron desmoronando y sepultando con el paso de los
años hasta que llegó alguien que volvió a desenterrarlos, estudiarlos, darles
forma y construir el relato de lo que fue su historia. Este hombre fue Frane
Bulic.
Bulic (1846-1934)
era sacerdote croata que estudió teología y más tarde en Viena, arqueología y
filología clásica. Sus trabajos sacaron a la luz la historia romana y de los
primeros cristianos de Croacia. Ejerció como historiador y arqueólogo pero
también tuvo cargos representativos en su país. Su dedicación al yacimiento
arqueológico de Salona hizo que se construyera una vivienda al lado del
yacimiento estudiaba, investigaba y seguía las excavaciones. Esta casa es el
pequeño museo que ahora colecciona algunas piezas del yacimiento así como
recuerdos personales de Bulic relacionados con su trabajo como arqueólogo.
Al lado de esta casa está un pequeño jardín cuyo
elemento principal son las cubiertas de glicinas y otras plantas trepadoras que
se enroscan a columnas y dan sombra a
fragmentos encontrados la ciudad romana. Es un jardín mediterráneo, apacible,
soleado, oliendo a cultura clásica y que debía ser un buen lugar para pensar,
disfrutar, charlar con los colaboradores siempre mirando a la antigua ciudad
que está a un tiro de piedra en el sentido más literal del término. No sé cómo debía
ser el jardín en tiempos de Bulic pero a mí me gustaría que hubiera sido así,
transmitiendo buenas sensaciones.
Los restos
de Bulic descansan un poco más allá en un sepulcro que recuerdan a los de la necrópolis
vecina. Su tumba esté rodeada de todo aquello a lo que dedicó su vida.
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