Desde el Renacimiento se
empezaron a construir en los grandes jardines abrigos y edificios provistos de
grandes ventanales y orientados de forma que la luz del sol propiciara la
conservación de las plantas en invierno.
Los encontramos en algunas villas mediceas y también en los jardines palaciegos
del XVI y XVII donde las “orangeries” protegían
a los cítricos y otras plantas de la crudeza invernal.
A finales del XVIII/
principios del XIX se desarrolla el
gusto por el coleccionismo de plantas exóticas. Era la época de la Ilustración
y del ansia por el conocimiento que hizo
surgir los “Gabinetes científicos” donde
se intentaba reunir todo tipo de exotismos y rarezas.
Este deseo por el
conocimiento científico no era solo patrimonio de “sabios” sino que muchas personas
se lanzaron a cultivar , estudiar y crear colecciones de plantas tanto por su
belleza como por su rareza. Se sabe que, por ejemplo, la emperatriz Josefina, esposa de
Napoleón, fue una de ellas en su jardín de la Malmaison en el que estaban
presentes no solo rosas sino todo tipo de plantas que se hacía traer de otros paises.
Era el tiempo que los
imperios europeos se extendían por todo el mundo y los viajeros y los que volvían a su país de origen tras una
estancia laboral en otros continentes también querían llevarse consigo flores y
plantas conocidas en tierras lejanas. Desgraciadamente muchas de esas plantas no soportaban largos
viajes o se aclimataban mal a países europeos. De ahí surgieron la necesidad de
los invernaderos o estufas calientes.
Caja de Ward |
Un primer paso
importantísimo lo dio el Dr. Nathaniel Bagshaw Ward ( 1791-1868), un médico aficionado a la botánica quien creó una caja
de cristal hermética conocida como “Caja de Ward” consiguiendo en 1835 transportar desde
Sidney unos helechos en perfecto estado
a pesar de los ocho meses de navegación
que duró el viaje. Era una caja de
vidrio fácilmente transportable, un pequeño invernadero, que propiciaba un microclima que permitía la vida de los vegetales. Su
experiencia fue publicada en 1845. Gracias a este invento llegaron a Europa
y quizá más especialmente a Inglaterra
multitud de especies desconocidas o muy raras.
El afán científico de la
sociedad también se plasmaba en grandes espacios públicos de difusión ya fueran museos o jardines
botánicos. En ambos casos los coleccionistas de plantas ya fueran públicos o
privados se lanzaron desde mitad del XIX a crear grandes invernaderos donde
poder disfrutar de plantas exóticas.
Parece ser que la moda de
los invernaderos se debió no solo a los viajes ultramarinos sino también a dos
factores económicos, por un lado en 1845 se abolieron las tasas sobre el vidrio y por otra bajaron
los precios del carbón que permitía calentar el invernadero y también los del hierro , elemento para la construcción
de la estructura. A partir de entonces tener un invernadero era menos costoso.
Chatsworth |
Uno de los primeros
invernaderos construidos en Inglaterra fue en Chatsworth. Fue realizado entre
1836 y 1840 por Joseph Paxton por
encargo del Duque de Devonshire. Era una enorme nave construida con hierro y
vidrio que medía noventa metros de largo por cuarenta de ancho y que llegaba a
tener una altura de veintidós. Hoy este invernadero ha desaparecido. Este mismo arquitecto
construyó el Crystal Palace para la Exposición Universal de Londres del año
1851 que permitía mantener en el recinto los árboles preexistentes en el
terreno donde se celebraba el evento.
Otros dos de los primeros
grandes invernaderos construidos, aunque
posteriores a Chatsworth, fueron la Palm House y la Temperate House de Kew que
se edificaron entre 1844 y 1860.
Después de esto muchos jardines de todo el mundo construyeron invernaderos y
la moda se amplió a jardines particulares modestos donde son de uso bastante
normalizado especialmente en los países del
centro y del norte de Europa.
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