Hoy 23
de abril es el Día de la rosa y del libro, una práctica que desde Catalunya se
está extendiendo cada vez más más allá de nuestras fronteras y que une con un
lazo de amor, sensibilidad y conocimiento. Para homenajear a la rosa, elemento
jardinero donde los haya, extraigo una pequeña cita, como hay tantas, de su
presencia en el mundo antiguo.
La rosa
proveniente de Asia se afincó en el valle del Nilo en donde los egipcios
llegaron a ser excelentes cultivadores. En la época de los Ptolomeos se
exportaron rosas y también jardineros a Roma para embellecer sus jardines-
Los
rosales adornaban los jardines romanos, con sus flores se hacían coronas y
guirnaldas, sus pétalos se lanzaban
sobre cortejos, cubrían los lechos
refinados, inundaban fiestas e incluso
instauraron la Fiesta de las Rosas en la que los familiares las arrojaban sobre
las tumbas de sus muertos.
Siempre
fue la reina de las flores y su cultivo tenía muchas veces un espacio propio en
los jardines. Las rosas y las rosaledas
muchas veces son citadas de forma singular en la literatura clásica.
Mi cita
de hoy corresponde a nuestro poeta Marcial que recibió como regalo de una
admiradora una finca en Bilbilis y de ella decía:
“Este bosque, estas fuentes, esta sombra
entretejida de la erguida parra, el manar del agua de esta acequia, y los
prados y la rosaleda que no desmerecerán de la bífera Paestum, y las hortalizas
que verdean en el mes de Jano y no se hielan, y la anguila doméstica, que nada
en aguas amuralladas, y este blanco palomar que cobija aves de su mismo color,
regalos son de mi dueña: a mi vuelta, al cabo de siete lustros, Marcela me ha
dado esta casa y este pequeño reino. Si Nausicaa quisiera entregarme los
jardines de su padre, podría yo decirle a Alcinoo: “Prefiero los mios”
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Bibliografia
SANTIAGO
SEGURA MUNGUÍA Los jardines en la
Antigüedad. Bilbao 2005
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