El día de Corpus Christi con
sus procesiones en que se pasea la custodia con la Sagrada Forma por las calles
de ciudades y pueblos ha propiciado desde siglos que las vías y espacios
públicos se engalanen a modo de verdaderos
jardines efímeros.
Durante muchos siglos las
calles de las ciudades no se distinguieron por una higiene extrema, más bien
eran vertederos ya que las cloacas, desagües o servicios de limpieza no estaban
dentro de las prioridades de los gobiernos municipales. Por este motivo los días
en que la procesión tenía que pasar por ellas se esmeraban en ocultar la falta de limpieza y
honrarla con adornos que iban más allá de lo estético y ayudaban con elementos
olorosos a hacer un espacio más agradable. Flores y ramas de árboles y arbustos
fueron los elementos que los ciudadanos usaron a este fin, ya sea esparciéndolas
por el suelo que iba a ser pisado por el cortejo o bien colgándolas de puertas,
ventanas y balcones.
Esta tradición ha ido
evolucionando incorporando nuevos materiales o bien sustituyéndolos por otros. cuando
ya no era necesario disimular la falta de higiene. Quizá los materiales se
substituyeron por otros que consideraban que podían mejorar el aspecto estético,
a la vez que en una sociedad más alejada
del mundo agrícola buscaban soluciones más baratas que el utilizar grandes
cantidades de flor o elementos vegetales al nivel que ellos hubieran deseado. Es
decir, para la solución ornamental deseada les compensaban más otros
materiales.
En Catalunya la festividad de
Corpus tiene raíces muy antiguas pero gozaba de gran prestigió siendo una de
las grandes fiestas. Recordemos “La Patum” de Berga, gran espectáculo que desde
el Medioevo, espectáculo que combina el juego, las danzas y los monstruos. También
la tradición de “l’ou com balla” en
Barcelona que engalana los patios de los palacios del Barrio Gótico, vistiendo de flores las tazas de las fuentes
que van a acoger bailando en lo alto de su surtidos un huevo vacio que recuerda
a los que allí se congregaban, en espera del paso de la procesión, el misterio de la Eucaristía por la semejanza
icónica con la hostia y el cáliz.
La ornamentación vegetal de las
calles ha derivado en dos tradiciones, una ha derivado en las grandes alfombras de
flores que cubren el trayecto del cortejo procesional y otra la de adornar las
calles: “les enramades”.
Esta última opción es mucho más
minoritaria, Sallent en la provincia de Barcelona, por ejemplo, ha
conservado esta tradición.
Sallent ha transformado las ramas y las flores de sus calles
con otro tipo de materiales: papel, porexpan, plásticos, pinturas, etc. Aunque
el aspecto formal pueda parecerse a los adornos de algunas calles en las
Fiestas Mayores de los pueblos su origen y su motivación es distinta.
He visitado hoy la población de
Sallent, a orillas del Llobregat, pueblo marcado en el pasado por un pasado de
fábricas y minas de sal. Trece espacios
han sido “enramados”, algunos han perdido su perfil puramente floral
incorporando nuevos temas y nuevos materiales , pero aun la mayoría conserva el
elemento figurativo vegetal como motivo que hace florecer estos jardines
populares y efímeros durante cuatro o cinco días al año. Son populares porque
es el vecindario quien con su
creatividad, esfuerzo y, muchas veces, complementado los recursos con los que
le subvenciona la Diputación, trabaja
durante cinco meses al año para ofrecer
este espectáculo y espera que no se lo desluzca ni la lluvia ni el excesivo
sol. Y cuando todo está punto lo celebran con toda la población como una gran
fiesta ciudadana.
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1 comentario:
Bellisimo el trabajo que nos compartes, mucha satisfacción con iniciativas como estas.
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