Hoy me vienen a la cabeza un par de cosas: Italia y
este fin de mes que bajo distintos nombres evocamos a la muerte.
Italia está sacudida desde este verano por terremotos
que van quebrando por su parte central la espina dorsal de los Apeninos,
muertes, heridos y sobretodo destrucción de casas y cultura.
EL llamado mundo civilizado, especialmente el del
hemisferio norte , con el final del verano, recuerda la idea de la muerte, la
antigua Europa se acerca a los cementerios con amor/nostalgia a sus difuntos pero también con el respeto que se traduce con
el misterio de esos muertos que siguen presentes o que incluso pueden regresar
(fantasmas y espíritus nos envuelven). La cultura indígena hispanoamericana vive
con alegría este día que les dedica a
sus muertos como pueden ser los mexicanos y sus calaveritas y flores
multicolores. Los norteamericanos nos
invaden con esa oleada comercial de muertos vivientes que desde el horror y la
fealdad llenan las arcas de las grandes industrias y comercial alejándose de
cualquier valor humano que sea el miedo vacio.
Y diréis ¿cómo auno yo esas dos ideas que me rondan por
la cabeza y me hacen confluir en un jardín? Hoy víspera de Todos los Santos (que no es el Día
de los Muertos en España que se celebra el 2 de noviembre) quería poner alguna
cosa en este blog. Dudaba si algo relacionado con un cementerio o bien algo más
positivo como así lo he hecho. La imagen corresponde a una ilustración del
Decamerón de Bocaccio. En el libro un
grupo de jóvenes adinerados huyen de Florencia y de la muerte que representa la peste que asola
Europa entre 1347-50 y se refugian en una villa en el campo. Allí para entretener sus días se reúnen especialmente
en los jardines para contar historias. Una huida preventiva y lúdica. Los
actuales italianos de Umbría y Las Marcas han huido pero en la mayoría de los
casos ha sido para dejar atrás unas poblaciones maltrechas y me temo que no van
a tener jornadas tan entretenidas como nuestros jóvenes del Decamerón.
Para terminar transcribo uno de los textos del Decamerón que describe un jardín.
“…Tras lo cual hicieron abrir un jardín contiguo al palacio, que estaba todo murado, penetraron y les pareció al hacerlo que era de maravillosa belleza, y atentamente comenzaron a visitarlo con detenimiento. Tenía alrededor y por el centro muchos senderos amplios como carreteras y cubiertos de pérgolas y parras que parecían prometer para aquel año gran cosecha de uvas. Y todo estaba tan florido y tanto olor en el jardín se mezclaba que parecíales hallarse entre toda la especiería nacida en Oriente.. Rodeaban los senderos, cerrándolos casi, rosales blancos y encarnados, y jazmines, con lo que, y no para la mañana (que ya el sol estaba alto) podía caminarse por doquier bajo fragante y deleitosa sombra, sin que el sol enojase.
Largo sería de contar cuántas y cuáles y en qué forma ordenadas estaban y eran las plantas de aquel lugar, pero no faltaba ninguna de las beneficiosas que nuestro clima consiente. Y había en medio (y no era lo menos sino lo más elogiable de todo un prado de diminuta hierba, tan verde que casi negreaba, sembrado de mil variedades de pintadas flores y rodeado de verdes y vivos naranjos y cedros, los cuales, cargados de frutos maduros y tempranos y llenos de flor, no sólo daban placentera sombra a la vista, sino que regocijaban el olfato. En medio del prado había una fuente de blanquísimo mármol, maravillosamente esculpida. Dentro de ella, no se si por naturaleza o por artificio, de una figura que sobre una columna había en el centro, brotaba tanta agua y a tal altura, para volver a caer, con gratísimo son, en la muy clara fuente, que habría podido mover un molino. Y luego la que sobraba en la taza salía del pradillo por oculta ruta y por canalillos bellos y artificiosamente construidos lo rodeaba. Más tarde. Por caucecillos semejantes, discurría por lo más del jardín, recogiéndose finalmente en una parte desde donde salía, descendiendo, límpida a la llanura para, al fin, con gran fuerza y no pequeña utilidad del propietario hacer girar dos molinos.
Al ver aquel jardín , y su buen orden, y las plantas, y la fuente, y los arroyuelos que de lla salían, tanto agradó a las mujeres y a los tres mancebos, que comenzaron a afirmar que si se pudiese hacer el ^Paraiso en la Tierra, no acertaban qué otra forma pudiese dársele, sino la de aquel jardín, ni pensar qué belleza se podía agregar a aquella.”
Giovanni Boccacio
El Decamerón
No hay comentarios:
Publicar un comentario